dissabte, 11 de febrer del 2017

Aquell 20 N




Aquesta és la narració d'un dia, des de diferents punts de vista, sota l'òptica de Rafael Chirbes.

Segur que la majoria de nosaltres si ens fan la típica pregunta de "recordes on eres el 20 N del 1975?" no tindríem gaire problema a respondre. Aquesta és la data oficial de la mort de Franco, però de fet, ja feia dies que se'l podia considerar mort.

Jo, el primer que vaig pensar va ser en els pares, més concretament en la mare que sempre havia dit que esperava la mort del dictador, i que el maleït càncer ens la va arrabassar un any abans. Després em va assaltar un llampec de por del que podia passar, temia revoltes, potser trets, manifestacions, confusió..., però de manera sorprenent no va passar res de res. Seria veritat que ho havia deixat tot "atado y bien atado"?

I ja m'endinso en els protagonistes més significatius del relat: Primer la "gent guapa", la adinerada que vivien molt bé a l'ombra de la dictadura. Els exemplifica en la família Ricart, del barri de Salamanca:

José Ricard:
Su amigo le había asegurado que a Franco ya no iban a poder mantenerlo con vida otras cuarenta y ocho horas. (…) El presagio de aquella muerte inminente volvió a angustiarlo e hizo más acuciantes sus deseos de fumar. 
(...)
“Habrá que volver a defenderse”, pensó. (...) “Pac, pac, pac” Había emitido con la boca el sonido de los disparos.

Olga, 48 anys. Senyora de Tomàs Ricart:
Las faldas de Olga se moldeaban en las caderas, caían con levedad, cabían, si se arrugaban, en la palma de la mano; y sus movimientos eran ágiles.
(...)
A Olga, la actividad la hacía sentirse bien. 
(...)
Llamaba mamá a su suegra, (Doña Amelia) a la que, por otra parte, detestaba. 

Tomás Ricart:
Recuerda a los amigos de su padre en la inmediata posguerra, gente vestida con colores oscuros que hablaba de negocios en voz baja, de tráficos de cosas
(...)
A él le tocaba quitarle importancia a las cosas. Para Josemari (fill) era un cobarde, un blando. Para Quini (l’altre fill), un negrero. Para su padre, un tonto que no se daba cuenta de que todo había cambiado. Para su mujer, un bruto que carecía de sensibilidad para apreciar un buen concierto, una exposición, una novela.

Quini:
Con otros jóvenes -una veintena- había corrido ante los guardias un rato, citándolos desde lejos, y había lanzado algunas piedras que habían caído en tierra de nadie.
(...)
Franco se moría, a lo mejor ya se había muerto, y nada estallaba, nada iba a estallar. 

Doña Amelia, dona de José Ricart que ara pateix Alzheimer:
¿Qué vio en él, en quien llegó a ser su marido y ahora ni siquiera reconocía, para dárselo todo, para exprimirse por él hasta quedar convertida en este saco de huesos que daría miedo mirar si no diera tanta, tanta pena? 

Comisario Arroyo:
Formaba parte de esa impenetrable tela de araña de seguridad que envolvía a Franco, era uno de los hilos que lo rodeaban para protegerlo, y que, a veces, estaban tan cerca de él que casi lo rozaban.
(...)
Había cambiado el idioma en que se habían pronunciado siempre las palabras de la consagración y, misteriosamente, a él le parecía que también había cambiado el significado de las palabras, aunque traducidas al pie de la letra dijeran lo mismo. 

I els altres, els lluitadors...

Enrique Roda:
Habían disparado. Aquello había sido un disparo.(...) Olía a polvo.
(...)
Enrique Roda oyó llover desde el interior de la celda durante un tiempo que le pareció larguísimo y cuya duración no pudo comprobar, puesto que uno de los dos tipos lo había cacheado y le había retirado todas sus pertenencias. 

Lucio: Treballador del metro, fa vaga i el tanquen dos mesos a la `presó.
Y, en los barrios rojos, en el cinturón industrial, en los lugares donde vivían todos aquellos por quienes uno luchaba, la gente se metía en las tiendas para comprar trajes de novia, y los hijos de los antiguos huelguistas hacían la primera comunión. (…) y la gente se acodaba en las barras de los bares con un palillo entre los dientes, de cara al televisor, y comentaba el golazo que acababa de meter Pirri. 

Profesor Juan Bartos
No parecía que fuese a haber un levantamiento popular. ¿De quién? ¿Quién iba a levantarse? (…) Él veía en los bares de su barrio a los hombres que seguían hablando de fútbol, de trabajo, mientras miraban de reojo la pantalla del televisor cuando interrumpían los noticiarios para ofrecer el parte firmado por el equipo médico habitual.

Taborada, el vaguista "intel·lectual":
Carrillo escribe libros. Semprún escribe. En el fondo no son más que intelectuales. Y eso es lo que quedará de vuestra lucha si no ganáis. (…) dentro de unos años no habréis existido. Tu pasado (A Lucio), me lo inventaré yo a la medida de mis necesidades. Tu lucha será una medalla que me pondré en mi solapa. (…) formarán parte de mi biografía, porque esos años los escribiré yo, si sobrevivo y regreso a mi clase. Los escribirá gente como yo, y os los quitaremos, te los quitaré, y no podrás hacer nada contra eso.

I la policia:

Guillermo a Leonardo:
¿Tú siempre quisiste ser policía? ¿Por qué quisiste ser policía? (…) ¿Qué es lo que te gustaba?, ¿asustar?, ¿Qué te mirasen con respeto? ¿Eso es lo que te gustaba? Eso es ser un mamarracho, no un policía. (…) El policía manda, ¿sabes? El político cree que manda, el banquero manda, claro que sí, pero tú estás detrás de ellos, y ellos no se atreven a salir a la calle sin ti, ni a la puerta de su casa.

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