Gairebé esgarrifa aquest començament en què, per poc imaginatius que siguem, podem percebre una entrada fosca, on el terra cruix al nostre pas, mentre les parets traspuen humitat.
Però l'autora va una mica més enllà:
Cuando crucé el umbral, la casa se abalanzó sobre
mí. Siempre pasa lo mismo con este montón de ladrillos y mugre, se lanza sobre
cualquiera que atraviese la puerta y les retuerce las tripas hasta dejarlo sin
respiración.
(...)
En esta casa las puertas se pueden cerrar desde
fuera. Es una tradición familiar.
Val a dir que la novel·la en algun lloc he observat que està qualificada com de terror, cosa amb la que jo no hi estaria massa d'acord.
I segueix amb la descripció que convida a sortir sense ni tan sols aturar-se a tancar la porta:
En esta casa no se hereda dinero ni anillos de
oro, ni sábanas bordadas con las iniciales, aquí lo que nos dejan los muertos
son las camas y el resentimiento. La mala sangre y un sitio para echarte a la
noche, eso es lo único que puedes heredar en esta casa.
(...)
Siempre pasa lo mismo, en esta casa no te puedes
fiar de nada, pero sobre todo no puedes en los armarios ni en las paredes. En
las cómodas un poco más pero tampoco.
(…)
De los escalones tampoco te puedes
fiar.
Gairebé podem notar físicament la sensació que la casa et rebutja, que, fins i tot si t'has de desplaçar al pis superior tems trobar-te amb alguna sorpresa desagradable, potser un cos inert...:
Cuando mi padre compró el terreno aquí no había
nada. Le salió barato porque nadie quería vivir en un baldío lejos del pueblo
que no valía ni para labranza.
(...)
Mi padre sabía que al dinero le gusta el orden,
que prefiere las sonrisas serviles a las miradas desafiantes. Yo creo que se
casó con mi madre por eso, para mantener el orden, para guardar las
apariencias.
(...)
Desde aquella noche en que colocó los ladrillos y
la argamasa, mi madre supo que las sombras
se le habían metido dentro.
Però no només són percepcions el que poden sentir, tot fa pensar que la casa té vida pròpia i no tolera sentir-se abandonada, o el que ve a ser el mateix, que ningú la pugui deixar mai sola. Ella, la casa, els posseeix a tots:
Ya os lo he dicho, de esta casa no se marcha
nadie. Estamos atrapadas aquí, nosotras y las sombras. Eso decía mi madre.
(...)
Eso es la familia, un sitio donde te dan techo y
comida a cambio de estar atrapada con un puñaico de vivos y otro de muertos.
(...)
Pensaba que algún día podría marcharme, que me
iría de este pueblo de mierda como habían hecho todos. Aquí ya no quedaba nadie
de mi edad porque el que había podido se había ido a Madrid y el que no a
Cuenca.
Heu llegit més amunt que algun misteri amagava la casa. El marit, un maltractador, val a dir, fa anys que es va absentar, que va desaparèixer. Just quan, en temps de guerra, havien cridat la seva lleva.
Hi havia una manera d'amagar-lo, tancar-lo darrere un armari, en un forat a la paret, però, també hi havia la possibilitat que mai més no pogués sortir, de deixar-lo emparedat:
Si quieres saber dónde está tu padre no te
preocupes que yo te lo enseño, dijo en voz baja mientras me llevaba a rastras
al piso de arriba.
(...)
La casa se le había comido la carne pero le había
dejado la piel, que se iba pegando a los huesos. (…) Mi madre había quitado el
ladrillo dos años antes, cuando los vencedores dejaron de preguntar por los
hombres que se había ido de sus casas durante la guerra porque ya los habían
matado a todos.
Potser més que cap maledicció, el que impregna la casa són els odis humans. Certs, palpables, insoldables i letals. Especialment letals:
Mi bisabuela murió porque se la comió enterita el odio, igual que a su marido. Él acabó emparedado en la casa que había construido para encerrarla a ella y ella consumida por la envidia que les tenía a su propia hija. Se murieron los dos de puro asco de puro desprecio de pura mala sangre.
(...)
Empujamos el armario hasta colocarlo otra vez en su lugar. Después nos metimos cada una en su cama y apagué la luz de la mesilla.
En general, de bon llegir. Entretinguda.
Carcoma
Layla Martínez
138 páginas