Ha estat el tercer cop que el llegia. El primer fa un munt d'anys, i gairebé no recordava res, excepte que aleshores estava embarassada del meu primer fill i em va impactar fins l'extrem que el vaig deixar sense acabar.
El segon cop no fa ni molt menys tant de temps, però per alguna raó que he oblidat, vaig decidir deixar-lo a la reserva per tornar-ne a fer una lectura passat un temps.
Val a dir, que no és el primer cop que prenc una decisió semblant. El per què? No sempre podria trobar la mateixa motivació.
El que sí puc afirmar és que no està en els meus plans rellegir-lo més cops.
De ben segur que el tema és molt conegut: Una ciutat, en aquest cas es va ambientar a Orán, es veu assotada per una epidèmia mortífera amb centenars de morts a diari.
En trobar-se en total desconcert i la ràpida propagació de la infecció, porta a les autoritats a imposar un aïllament implacable.
Aquesta situació un tant extrema farà desvetllar el millor i el pitjor de les persones.
Tampoc m'estendré a relatar de manera minuciosa tot l'argument d'altra banda molt conegut.
Tot comença...:
La mañana del 16 de abril, el doctor Bernard
Rieux, al salir de su habitación, tropezó con una rata muerta en medio del
rellano de la escalera.
(...)
Toda la ciudad tenia fiebre.
(...)
La palabra “peste” acababa de ser pronunciada por
primera vez.
El doctor s'hi dedica nit i dia a tractar de trobar l'origen de l'epidèmia, algun remei, mentre que s'hi esforça a ajudar tots els contagiats....
A partir de ese momento, se puede decir que la
peste fue nuestro único asunto.
Tot i els esforços, les morts se segueixen multiplicant:
Hasta ahora, la peste había hecho muchas más
víctimas en los barrios extremos, más poblados y menos confortables, que en el
centro de la ciudad. Pero, de pronto, pareció aproximarse e instalarse en los
barrios de los grandes negocios.
Els morts s'acumulen afegint un nou problema de salubritat:
Llegó a suceder que los féretros fueron escasos,
faltó tela para las mortajas y lugar en el cementerio. (…) El carácter
desagradable que revestían las formalidades obligó a la prefectura a alejar a
las familias de las ceremonias.
(...)
Poco más tarde hubo que buscar otra salida. (…)
Todos los restos exhumados fueron al horno crematorio. Pero pronto hubo que
conducir a los muertos mismos de la peste a la cremación.
Sembla que la desgraciada situació acabarà amb la total extinció de la població:
Durante los meses de setiembre y octubre toda la
ciudad vivió doblegada a la peste.
(...)
La cuarentena, que al principio no había sido más que una simple formalidad, había quedado organizada por Rieux y Rambert de un modo muy estricto.
(...)
Sí, todos tenían aire de desconfianza. (…) Y como no podían pensar siempre en la muerte, no pensaban en nada.
Passen els mesos, es van succeint les estacions i les esperances decauen:
A fin de noviembre, las mañanas llegaron a ser muy
frías. Lluvias torrenciales lavaron el suelo, a chorros, limpiaron el cielo y
lo dejaron puro, sin nubes, sobre las calles relucientes.
(...)
Sí, había que recomenzar porque la peste no
olvidaba a nadie mucho tiempo. Durante el mes de diciembre estuvo llameando en
el pecho de nuestros conciudadanos, encendió el horno, pobló los campos de
sombra con manos vacías.
(...)
Las autoridades habían contado con que los días
fríos detendrían su avance, y, sin embargo, paso sin decaer. (…) Pero a fuerza de
esperar se acaba por no esperar nada, y nuestra ciudad entera llegó a vivir sin
porvenir.
(...)
La Navidad de aquel año fue más bien la fiesta del
Infierno que la del Evangelio.
Un bri d'esperança, un sèrum experimental... (Una "vacuna"):
Hasta los últimos días de octubre no se ensayó el suero de Castel. Éste era, prácticamente, la última esperanza de Rieux.
(...)
A pesar de este brusco e inesperado retroceso de
la enfermedad nuestros conciudadanos no se apresuraron a estar contentos.
(...)
La población vivió en esta agitación secreta hasta
el veinticinco de enero. (…) Sin duda, la peste todavía no había terminado y
aún tenía que probarlo.
I el retorn a la "normalitat" i l'oblit:
Las puertas de la ciudad se abrieron por fin al
amanecer de una hermosa mañana de febrero, saludadas por el pueblo, los
periódicos, la radio y las comunicaciones de la prefectura.
(...)
Se bailaba en todas las plazas. (…) En las
iglesias había oficios de gracias. (…) y los cafés, sin preocuparse del
porvenir, distribuían el último alcohol. (…) Todos gritaban o reían.
La peste
Albert Camús
Traducciòn: Rosa Chacel
189 páginas
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