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Grafit a Sabadell |
Tot comença amb un avortament practicat de la manera més bàrbara que ens puguem imaginar.
És una descripció brutal i extensa, però que exemplifica molt bé el què ha estat la vida de la protagonista, atrapada entre dos mons antagònics com són els dels pares, sense cap instrucció, grollers, però sacrificats per donar-li un futur millor i la burgesia que té fàcil accés a la cultura, sense haver-se d'esforçar el més mínim:
Forzada con un gancho, echada a perder,
obstruida, me pregunto si podrá volver a servir.
(...)
Aquí no soy la hija de los Lesur. (…) Veinte
años para llegar a esto. No es culpa de nadie. Solo mía, mía de principio a
fin. De quién. Quién soy yo. Antes que nada, la hija del tendero Lesur, luego
la primera de la clase, siempre. Y la tonta los domingos con sus calcetines, la
universitaria becada. Y luego quizá nada más, penetrada por la abortera.
Ella, ansiosa per saber, per conèixer, que pot estudiar gràcies al sacrifici dels pares, que regenten un humil bar de barriada, viu aquesta situació amb un deix de culpabilitat que la marcarà de per vida:
Mi padre es joven, es alto, domina la
situación. (…) Con la mirada orgullosa por encima de los clientes, siempre
alerta, dispuesto a echar fuera el primero que levante la voz.
(...)
Los veía poderosos, libres, a mis padres, más
inteligentes que los clientes. De hecho, los llamaban “jefe, jefa” cuando se
dirigían a ellos.
(...)
Los clientes me caían bien, no podía
imaginarme la vida sin ellos, pero era con mi padre, el jefe del bar, el hombre
que ganaba dinero con un pequeño gesto, con quien realmente gozaba.
Podríem considerar, i així ho manifesta ella mateixa, que ha estat una nena consentida, a la que, tret d'una educació recolzada en la cultura, no li ha faltat de res:
Mis apetitos, sé como colmarlos en
abundancia. La tienda es la tentación siempre satisfecha, pero a hurtadillas.
(…) Sin remordimientos, todo bien colocado de nuevo, los clientes no se darán
cuenta.
(...)
Me pasaba el día haciendo lo que me venía en
gana.
(...)
Fui a la escuela privada. La escuela, palabra
de color naranja para mí, se parece a iglesia, mi padre habla igual de las dos.
(...)
¿Así que eso era la escuela? ¿Un montón de
signos que repetir, trazar, reunir? ¡El bar era mucho más real! La escuela era
un “hacer como sí” continuo, como si fuera divertido, como si fuera
interesante, como si estuviera bien.
De fet, però, tot i que hem vist que és una nena estudiosa i amb un nivell intel·lectual més que acceptable, o potser justament per això mateix, els primers dies a l'escola li resulten complicats:
En la escuela no podía comer, ni beber, y
para ir a los servicios era una complicación. Hay que acercarse a la mesa de la
maestra, preguntar “¿puedo salir?”
(...)
Yo vi enseguida que aquello no se parecía a
mi casa, que la maestra no hablaba como mis padres, pero al principio seguí
comportándome con naturalidad, lo mezclaba todo.
(...)
Cuando entro en el aula, me vuelvo menos que
nada, un montón de puntos grises que se agolpan bajo los párpados al cerrar los
ojos.
Ella se sent i se sap diferent que la resta de companyes. Ara, la pregunta, i no és cap bajanada, seria: millor? I és que sentir-se diferent, ja hem conegut que també s'hi sent davant els pares. Una qüestió sens dubte complicada i confosa que cadascú, suposo, que respon a la seva manera:
Durante dos años me quedo sentada en mi
pupitre y asimilo signos, me impregno de las palabras, extrañas y sin
importancia.
(...)
Mi revancha estaba ahí, en los ejercicios de
gramática, de vocabulario, en esas frases raras que había que seguir hasta el
final como largas murallas dentadas a través de un desierto, sin llegar nunca a
ninguna parte. En las sumas, en la diez palabras diarias de ortografía.
(...)
En la escuela privada, daba igual una clase
que otra, las chicas eran todas idénticas.
(...)
Si las chicas supieran en qué estoy pensando…
Es reivindica intel·lectualment amb l'estudi i de manera emocional o físicament, amb una sexualitat desmarxada:
Nunca llegaré a acumular bastantes títulos para ocultar toda la mierda, a mi familia, las risas idiotas de los borrachines, lo estúpida que fui, con todos mis gestos y mis expresiones vulgares.
(...)
Con quince años empecé a cazar chicos sin
pudor. Nadie me había enseñado algo tan burgués, el pudor. (…) Para mí,
consistía en no dejarse tocar por los viejos.
(...)
En cinco meses, el mundo cambió, la
existencia se convirtió en un gran sueño de carne, de olores ácidos.
(...)
Yo soy superior, en todo, tampoco me da miedo el placer sexual, siempre y cuando siga conservando mi virginidad.
Puede que nunca hubiera equilibrio entre mis dos mundos.
Así que tuve que escoger uno, como referente, no me quedó más remedio.
Si hubiera elegido el de mis padres, (…) no habría querido triunfar en la escuela.
Y si fuera por culpa de él, de los burgueses,
de la gente bien,
por lo que me estoy extirpando los pedazos de humillación del
vientre,
para justificarme, para diferenciarme, si toda la historia fuera falsa…
Estar embarazada, un sinsentido.
Los armarios vacíos
Annie Ernaux
Traducción Lydia Vázquez Jiménez
218 páginas