A raó de la lectura de "Soldats del no-res" que vaig comentar aquí i guiada per una de les moltes i variades referències, he arribat a "EL PERDEDOR RADICAL" de Hans Magnus Enzensberguer.
És un estudi que, tal com el seu títol reflecteix, parla de diferents comportaments violents protagonitzats per un tipus d'individus que assumeixen la seva condició vital com de perdedors, percepció que va molt més enllà del fracàs:
Al fracasado le queda resignarse a su suerte y claudicar; a la víctima, reclamar satisfacción; al derrotado, prepararse para el asalto siguiente. (…) El perdedor radical, por el contrario, se aparta de los demás, se vuelve invisible, cuida su quimera, concentra sus energías y espera su hora.
(...)
Se trata casi siempre de un hombre (…) Un hombre que se siente un perdedor radical se encuentra al borde de precipicio imaginario que a una mujer le resultaría más bien ajeno.
No he pogut evitar pensar en els violents diguem-ne "quotidians", els que apallissen les parelles, participen de baralles fins i tot programades (em refereixo a aquella colla d'aficionats de futbol que van quedar per barallar-se), els que maltracten animals, sovint per pur avorriment o refinament sàdic (incloc les festes amb els bous embolats o les curses de braus), els que destrossen o cremen mobiliari urbà, els violadors...
El perdedor radical puede estallar en cualquier momento. La única solución imaginable para su problema consiste en acrecentar el mal que le hace sufrir.
(...)
Por un lado, el perdedor experimenta un poderío excepcional en el momento del estallido; su acto le permite triunfar sobre los demás, aniquilándolos. Por otro, al acabar con su propia vida da cuenta de la cara opuesta de esa sensación de poderío, a saber, la sospecha de que su existencia pueda carecer de valor.
(...)
Todo colectivo de perdedores es proclive a los estados de crispación que pueden explotarse políticamente.
(...)
En efecto, el objetivo del perdedor radical consiste precisamente en convertir en perdedores a un máximo número posible de personas.
No he pogut evitar pensar en els violents diguem-ne "quotidians", els que apallissen les parelles, participen de baralles fins i tot programades (em refereixo a aquella colla d'aficionats de futbol que van quedar per barallar-se), els que maltracten animals, sovint per pur avorriment o refinament sàdic (incloc les festes amb els bous embolats o les curses de braus), els que destrossen o cremen mobiliari urbà, els violadors...
El perdedor radical puede estallar en cualquier momento. La única solución imaginable para su problema consiste en acrecentar el mal que le hace sufrir.
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Por un lado, el perdedor experimenta un poderío excepcional en el momento del estallido; su acto le permite triunfar sobre los demás, aniquilándolos. Por otro, al acabar con su propia vida da cuenta de la cara opuesta de esa sensación de poderío, a saber, la sospecha de que su existencia pueda carecer de valor.
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Todo colectivo de perdedores es proclive a los estados de crispación que pueden explotarse políticamente.
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En efecto, el objetivo del perdedor radical consiste precisamente en convertir en perdedores a un máximo número posible de personas.
De ben segur, una lectura, no massa extensa, però que fa reflexionar:
A menudo se pasa
por alto que el terrorismo moderno es un invento europeo del siglo XIX. (…) Por
cierto, todos los instrumentos técnicos del terror, desde los explosivos hasta
el teléfono por satélite pasando por los aviones y las cámaras de televisión,
provienen de Occidente.
(...)
Sin los ingresos
del crudo, los resultados económicos de todo el mundo árabe tendrían hoy menos
peso que los de un solo grupo telefónico finlandés.
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