dilluns, 28 de gener del 2019

El asesino tímido




“sigue en estado gravísimo. Sólo mantiene las funciones vegetativas y no tiene actividad cerebral. La actriz que el pasado día 24 cayó desde la terraza de su casa -un cuarto piso-, está intemada en la residencia Francisco Franco. Continúan los esfuerzos para que sus constantes vitales se recuperen, aunque se tienen pocas esperanzas.”

D'aquesta manera breu, el 4 de setembre de 1977 apareixia al diari El País la notícia de l'estrany accident de Sandra Mozarovsky que acabaria amb la seva mort:

Murió tres semanas después de su caída, el 14 de septiembre, sin haber llegado a recuperar el conocimiento.

I així , extret d'una altra font, ho recull l'autora:

Sandra Mozarovski lucha desesperadamente entre la vida y la muerte, se precipitó al vacío desde la terraza de su casa y se halla en estado de coma. No se saben las causas exactas del accidente. Es el titular de un artículo firmado por Pilar Ferrer y publicado en la revista ¡Hola¡ del 10 de septiembre de 1977. 

A "El asesino tímido", La Clara Usón, ens narra la seva particular visió de la vida i la mort de la Sandra i, d'alguna manera, estableix un paral·lelisme amb la seva pròpia vida i la relació amb la seva mare.
Però comencem pel principi en què ens parla de la seva família i, una mica, d’ella mateixa, tot i que no sabem si es tracta d’un recurs de ficció de l’autora o en realitat està retratant una realitat de la seva vida:

Mis contemporáneos y yo estábamos convencidos que nuestras vidas serian mejores, más prósperas, más libres que las de nuestros padres, de quienes renegábamos, de los que nos avergonzábamos, como si fuera su culpa haber crecido y vivido bajo la dictadura. 
(...)
Yo no follaba. A principios de los años setenta, una chica de mi edad que se tuviera por decente no se acostaba con hombres, o eso era lo que yo creía.
(...)
Mi padre combatía la modorra de las carreteras desiertas y las deshoras con café, cubalibres y música a todo volumen, una banda sonora que ponía ritmo y melodía a mis ensoñaciones.
(…)
Mi madre era monárquica (“en casa somos monárquicos”, decía), o lo fue la mayor parte de su vida, católica y monárquica (a los dieciocho años quería ser monja, pero la vida la llevó por otros derroteros), cuando murió se declaraba atea y sospecho que su otra fe, la monárquica, también se debilitó mucho, o la perdió del todo.

Força més endavant ens parla de la Sandra:

Sandra Mozarovski era una actriz de destape, pero antes de serlo fue una niña (en realidad, lo fue toda su vida, murió con dieciocho años); nació en 1958, en Tánger, de padre ruso, Boris, y madre española, Charo Ruiz de Frías; era la pequeña de tres hermanos.
(…)
 El sentido de la vida para Sandra Mozarovski estaba claro; no pasar sin dejar huella, triunfar como actriz.
(…)
¿Fue Sandra Mozarovski amante del rey?
(...)
¿Estaba embarazada Sandra cuando murió? Su autopsia nunca se hizo pública. 
(...)
Hay que imaginar a Sandra enamorada del rey, un rey de cuento -como los que me encandilaban a mí de niña-, alto, guapo, simpático, “campechano”.

Moltes especulacions, però cap certesa, si més no, que s'hagi fet pública. En  més d'una ocasió es qüestiona el paper de la monarquia. Unes reflexions que possiblement ens hem fet  més d'un i en més d'una ocasió:

No esperábamos gran cosa de él, durante décadas había aparecido ante nuestros ojos como un pelele, un mandado de Franco, lo habíamos visto acompañarlo en los patrióticos desfiles marciales del día 12 de octubre. 
(...)
Las mujeres, los negocios y la caza, las tres pasiones de Juan Carlos I, le llevarían a abdicar en el año 2014, pero en 1977 todavía faltaba mucho tiempo para eso, Juan Carlos era un rey joven, flamante, sin pasado, que se estaba estrenando.

I, tal com he comentat més amunt, la Clara segueix establint paral·lelismes entre la relació de la Sandra i la seva pròpia amb les seves mares:

En aquella época (en aquel siglo) las mujeres de clase media no trabajaban, no estaba bien visto sólo lo hacían si no tenían más remedio, porque habían enviudado o su marido no podía mantenerlas. 
(...)
En momentos de crisis mi madre se crecía, era extraordinariamente capaz. 
(...)
De niña acariciaba una fantasía; un día, cualquier día, esa misma tarde de domingo en queme entregaba a mi ensoñación en vez de hacer los deberes, llamarían al timbre, alguien abriría la puerta; hasta mi habitación llegaría el eco de voces extrañas, luego el rumor de unos pasos, la voz de mi madre, “Clara, sal -me reclamaría-, han llegado tus verdaderos padres, que resultarían ser una pareja norteamericana. 
(...)
Cuando yo era niña, mi madre y las demás mujeres iban a misa con el cabello velado y los brazos cubiertos por una rebeca, el franquismo era eso, taparnos, escondernos. 

A mode de conclusió:

A veces pienso en las dos mujeres, en la madre de Sandra y en la mía, sentadas en incómodas sillas de plástico de la sala de espera de un hospital, aguardando a que alguien les dé noticias de sus hijas, con miedo, con angustia y también con un atisbo de esperanza y puede que de resignación. 


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