dissabte, 16 de febrer del 2019

Ángeles rebeldes




He reincidit amb  Robertson Davies, aquest cop, però, almenys en aquest primer títol de la trilogia de Cornish, no m'ha enganxat tant com la Trilogia de Deptford. Bé, només és el primer, ja veurem.

Per començar, m'ha semblat que el millor és la transcripció de la definició del títol que ens facilita el mateix autor:


Los ángeles rebeldes. Revelaron los secretos del Cielo al rey Salomón y Dios los expulsó, pero, ¿se entristecieron y planearon la venganza? ¡No, qué va! (…) Al contrario, ayudaron a la humanidad a avanzar, descendieron a la Tierra y enseñaron lenguas, medicina, derecho e higiene -nos lo enseñaron todo- y con frecuencia gozaron de particular predicamento entre “las hijas del hombre”

Potser el malvat, però brillant i temut professor Parlabane, al que anirem coneixent més endavant, es podria considerar un d'aquests àngels? 


Soy sádico, de los peligrosos. Me rio de los gays. 


L'argument, una mica enrevessat, tal com sembla que és la tònica de l'autor, comença amb la mort de Francis Cornish, el que va ser un gran mecenes, i, malgrat que hi va deixar testament, assistim a les lluites internes per fer-se amb el seu llegat:


Francis Cornish es -era-, sin duda, el mayor mecenas del arte, el máximo conocedor y el más entendido que ha habido en la historia de este país

(...)
El difunto había sido alumno distinguido de la universidad de San Juan y el Espíritu Santo, no estaba vinculado a ninguna parroquia y la Entelequia esperaba recibir de él un dineral. Tres buenas razones para honrarlo por todo lo alto.

Anirem coneixent, relativament, el difunt a través dels ulls i els records dels seus coneguts i familiars, sovint interessats perquè els marmessors esperen rebre una part substanciosa del seu llegat:


Francis Cornish había vivido en uno de los apartamentos, que presentaba indicios de habitación humana (…) Había adquirido gran número de obras a título personal, pero también actuaba como agente de pintores que todavía no se habían forjado un nombre (…) En realidad, Francis Cornish actuaba sin malicia, pero también sin método.


Mentre una comissió d'experts classifica i valora tots els objectes, descobreixen el que sembla un inèdit i valuós manuscrit de Rabelais i l'avarícia es desferma fins a límits insospitats:

Rabelais era historiógrafo: Las Estratagemas, era uno de los grandes manuscritos perdidos, de los grandes de verdad. (…) Tiene que tratarse del manuscrito original que publicaría o quería publicar Gryphius, pero no se ha encontrado ningún ejemplar.

A banda de tot l'enrenou per la valoració i repartiment de l'herència, coneixerem la María Magdalena Theotoky, filla d'una gitana de cert prestigi, i a través d'ella es faran avinents diversos aspectes d'aquesta cultura:

No se puede decir que a mi vida le faltase variedad. En la universidad era la señorita Theotoky, prestigiosa licenciada que descollaba un poco por encima de los demás porque pertenecía al selecto grupo de ayudantes de investigación. (…) En casa era María, una kalderash, una ovarri, pero no del todo, porque mi padre no pertenecía a esa vieja y orgullosa raza (…) Era, pues, medio gitana. 
(...)
Sin lugar a dudas, María poseía una gran belleza, aunque no de la clase que cualquiera puede advertir o valorar y que sospecho, no goza de gran éxito entre sus coetáneos.

I no pot mancar una extensa referència a Parlabane, aquest professor, antic religiós, i sempre aprofitat:

Volví aquí, encontré trabajo de profesor de Filosofía -la docencia siempre ha sido un buen negocio y un ganapán seguro- y la Entelequia se congratuló de recuperar a uno de sus muchachos sobresalientes, si bien, la alegría duró poco. 
(...)
Me di a la bebida sin tasa: un borracho, aunque a mí no me lo parecía. Beber tampoco era la respuesta definitiva, de modo que probé las drogas, que eran la onda del momento, y me sentaron bien. Muy bien, a decir verdad.
(...)
Yo había hecho un juramento en aquella isla griega. Me haría monje, entregaría mi vida a los desafortunados e infelices, seria mi sacrificio por todas mis malas acciones y se lo dedicaría a Henry. 
(...)
La maldad existe; no es habitual, pero existe. La maldad exige la misma cantidad de energía que la bondad, y son pocas las personas que tienen la necesaria para cualquiera de los dos caminos.

Potser aquesta anotació final aclarirà quelcom més? O no.

No escribo para justificarme, sino para dejar constancia de una aventura espiritual de excepción, y que los lectores juzguen por sí mismos, como sin duda harán. 

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